Tulio Febres Cordero y la toponimia indígena merideña.


Rubén Alexis Hernández

El personaje arriba mencionado fue uno de los intelectuales merideños más conocidos del periodo republicano venezolano, cuya obra, relacionada especialmente con su tierra natal, abarcó diversos géneros literarios y campos del conocimiento: novela, ensayo, cuento, mito, historia, entre otros. Incluso Don Tulio, como es respetuosamente llamado por los ‘tuliófilos’, brindó algunas pinceladas gastronómicas en su “Cocina Criolla o Guía del Ama de Casa (1899)”. Más aún, el afamado escritor incursionó brevemente en distintas áreas que apenas han sido tomadas en cuenta por los estudiosos de sus textos, pero cuyo análisis es importante de una u otra manera.

Una de dichas áreas, incluida dentro de las investigaciones sobre lingüística merideña, es la toponimia, disciplina que no era precisamente uno de los campos abordados ampliamente por Febres Cordero, pero a la que el merideño consideraba importante por la información contenida en los nombres propios geográficos. Particular atención prestó Don Tulio a la nomenclatura geográfica indígena, en el contexto del estudio de vocabularios, de filiaciones etnolingüísticas y de otros aspectos de las lenguas aborígenes. Evidentemente la lingüística, por medio de la etimología, la morfología y otros fundamentos teórico-metodológicos, está vinculada ineludiblemente con todo análisis toponímico, y para Febres Cordero esto no era diferente.

Entre los elementos de la lingüística nativa que determinaron que el intelectual merideño hiciera un recorrido breve, pero importante por la toponimia indígena merideña, se destacan dos: 1) La desaparición de las lenguas; y 2) La presencia abrumadora de la radical Mucu y sus grafías equivalentes. En primer lugar Febres Cordero mostraba una especial preocupación por la situación lamentable en que se encontraban las lenguas antiguas de los Andes merideños para inicios del siglo XX, sin registros escritos, con la existencia de muy pocos hablantes, y por tanto prácticamente extintas. Como el destino de estas lenguas no era otro sino su desaparición definitiva, Don Tulio consideraba que la nomenclatura geográfica garantizaba su trascendencia y su estudio a posteriori: “(…) en los Andes, salvo en la jurisdicción de Mérida, los dialectos indígenas casi no han dejado más rastro que los mismos nombres territoriales cuya etimología se quiere hoy averiguar”. (Tulio Febres Cordero, “Procedencia y lengua de los Aborígenes de los Andes venezolanos”, en Obras Completas de Tulio Febres Cordero, tomo I, 1960, p. 12). De manera que Febres Cordero interpretó con acierto la importancia que en casos como el descrito tiene la toponimia como herramienta de análisis auxiliar.

Luego es importante señalar que durante el abordaje de los nombres de lugar, el escritor notó que la mayoría de onomásticos iniciaban con la radical Mucu, o con las grafías que consideraba como sus equivalentes: Moco, Muca, Moque, Moca, entre otras. Muy posiblemente este hallazgo impulsó en parte a Febres Cordero a estudiar el origen, la procedencia y la filiación etnolingüística de algunos pueblos indígenas en los Andes merideños, y por supuesto a interesarse en la evaluación etimológica y morfológica de la radical Mucu. Nombres como Mucubají, Mucuchachí, Mucumpate, Mucunután, Mucurubá, Mucuchíes, Mocochopo, Moconoque y Mocotíes, forman parte del repertorio toponímico expuesto por Don Tulio, que le llevó a considerar  la presencia en Mérida de un área etnolingüística común, a la que denominó  Mucuchíes. Mientras que la diversidad de orígenes y procedencias habría caracterizado al arribo de las primeras oleadas de pobladores prehispánicos a dicha área, de acuerdo a la presencia de Mucu y sus variantes en otras zonas del territorio venezolano y del continente americano.

En este orden de ideas vale la pena hacer referencia al significado que Febres Cordero otorgó a la radical Mucu. En este sentido el escritor merideño, apoyándose en los planteamientos de antecesores como el zuliano José Ignacio Lares, llegó a una conclusión un poco contradictoria y por tanto lejos de ser concreta, cuando señaló que desconocía el significado exacto del término a la vez que aseguró describía un sitio o lugar cualquiera, tal como puede verse a continuación: “ (...) dicho también moco, voz muy común al principio de las voces territoriales en torno de las Sierras Nevadas de Mérida principalmente (...) A la verdad, no podemos aseverar qué significa aisladamente mucu (...) Es indudable que tal raíz expresa la idea de sitio o lugar (...)” (“Procedencia y lengua de los Aborígenes…”, pp. 31-32). Curioso resulta que en nuestros días numerosos merideños creen efectivamente que Mucu significa lugar o sitio, a pesar de las dudas que al respecto tuvo el mismo Tulio Febres.


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