Vida cotidiana en la provincia de Mérida (1811)
Rubén
Alexis Hernández
Han
transcurrido 209 años desde el inicio oficial del proceso independentista
venezolano, época en que la provincia de Mérida ya se había separado de
Maracaibo, y su jurisdicción abarcaba aproximadamente el mismo territorio que
pertenece hoy día a los estados Mérida y Táchira. Desde el punto de vista
político-territorial la provincia estaba dividida en ocho partidos: Mérida,
Ejido, Timotes, Bailadores, San Cristóbal, San Antonio, Lobatera y La Grita,
siendo Mérida y San Cristóbal sus principales centros poblados, con algunos
miles de habitantes y la institucionalidad propia de las ciudades.
En
este escrito haremos una breve reseña de la vida cotidiana en los albores de la
Independencia en los partidos mencionados, entendiendo como vida cotidiana a
una categoría que engloba un conjunto de aspectos y relaciones sociales que
influyen de diversas maneras en el quehacer diario y/o frecuente de los
pueblos. En general se trata de una categoría a la que los historiadores
tradicionales han dado poca importancia. Los elementos a tomar en cuenta al
respecto son los siguientes:
1.
Distribución de alimentos y gastronomía:
Por un lado se ofrecían al público, generalmente al por menor, distintos rubros
agropecuarios y sus derivados en las numerosas pulperías o tiendas ubicadas a
lo largo y ancho de la provincia de Mérida, mientras que en la Plaza Mayor de
poblaciones como Mérida y San Cristóbal se destinaba uno o más días de la
semana para el mercadeo al por mayor y detallado de una importante variedad de
productos transportados a lomo de bestia desde casi cualquier rincón de la
geografía andina. El grano de trigo y su harina, las panelas, las hortalizas,
las frutas, las hierbas medicinales, los huevos de gallina, las carnes, los
quesos y otros alimentos, eran vendidos, comprados o intercambiados
semanalmente por aldeanos y habitantes de dichas ciudades. Esta distribución de
alimentos en la Plaza Mayor de Mérida y de San Cristóbal, representó el antecedente
de la posterior comercialización agropecuaria en edificaciones conocidas como
mercados públicos.
En
cuanto a la gastronomía, considérese que se basaba en la producción agrícola y
en la ganadería mayor y menor de la provincia, y entre los platos más populares
podemos mencionar a la arepa de trigo, a la arepa de maíz, a los guisados de
ovejo, conejo, cerdo y pollo, a las sopas de leguminosas, entre otros. El
beneficio del ganado en Mérida y San Cristóbal se llevaba a cabo en algunas
carnicerías, generalmente ubicadas en las afueras de estas ciudades. Respecto a
las bebidas, la chicha de maíz y el guarapo de panela eran muy consumidos,
mientras que el café era un recién llegado a la mesa andina. También eran
comunes ciertas bebidas alcohólicas, en especial el aguardiente derivado de la
caña de azúcar.
2.
Servicios públicos: En cuanto a la
iluminación, destáquese que tanto en el ámbito interno (residencial) como en el
ámbito externo (calles y plazas), se empleaban antorchas y velas o velones al
aire libre o introducidos en lámparas; lejos estábamos del alumbrado eléctrico,
puesto en funcionamiento, en el caso de la ciudad de Mérida, en el año 1898.
Cabe acotar que la iluminación de las áreas públicas en las principales
poblaciones era algo más bien extraño, limitado a aquellas noches de
festividades religiosas y otros acontecimientos extraordinarios, mientras que
el resto del año prácticamente reinaba la oscuridad. En lo concerniente al
acceso al agua dulce, ésta era obtenida por los pobladores gracias al sistema
de acequias o a su recolección directa en las fuentes. En aquella época el agua
de buena parte de los ríos y quebradas de la provincia de Mérida era apta para
el consumo humano, a diferencia de lo que sucede en la actualidad. En este
orden de ideas también vale la pena hacer referencia al servicio de correo,
forma de comunicación indispensable ante la inexistencia del telégrafo, del
teléfono y de otros medios. El oficio de cartero era relativamente bien pagado,
considerando que en ocasiones el personaje a cargo de tamaña responsabilidad
debía recorrer muchas leguas por caminos escabrosos.
3.
Vías de comunicación y medios de
transporte: Para 1811 la movilización de personas y el transporte de
alimentos y otros productos en la provincia de Mérida, se hacía casi
exclusivamente por vía terrestre, mediante una serie de caminos empedrados y/o
de tierra. A los más amplios y en mejor estado se les conocía como Caminos
Reales, y el más importante de éstos era indudablemente el camino real interandino,
ruta trazada sobre el valle longitudinal de algunos de los ríos más caudalosos
de los Andes venezolanos: Chama, Motatán, Mocotíes, entre otros. Esta vía
interconectaba a las provincias de Mérida y Trujillo, y antecedió al camino
nacional y a la carretera Trasandina. Además del camino real interandino, otras
rutas menos importantes eran frecuentemente recorridas, muchas de ellas
transversales al eje central de la Cordillera de Mérida, y por tanto
fundamentales para las comunicaciones entre la provincia merideña, los llanos
barineses y Maracaibo. En aquellos tiempos era notable la incidencia de los
factores climáticos, geomorfológicos, edáficos e hídricos sobre el trazado y
las condiciones de las rutas, por lo que era necesario el constante mantenimiento
vial, generalmente a cargo de los cabildos y ejecutado por los pobladores en
convites. Recordemos que en estos convites se reunía parte de las comunidades
para llevar a cabo determinadas actividades, y su único “pago” consistía en
alimentos y bebidas.
En
lo relativo a los medios de transporte, los pobladores de la provincia podían
optar por el recorrido pedestre o por el desplazamiento a lomo de bestia,
mientras que las llamadas carretas eran muy poco prácticas en el abrupto
relieve andino. Para la tracción animal era empleado en gran medida el ganado
equino, específicamente el caballo, el burro y la mula, siendo este último
animal un híbrido de los dos primeros, y el más capacitado para recorrer las
zonas montañosas con importantes cargas a cuestas, incluso por encima de los
100 kilogramos. Eran muy comunes las caravanas de equinos transportando
alimentos y mercancías por caminos reales y secundarios, a los que también se
denominaba caminos de recuas, justamente por el paso frecuente de animales de
carga y de montura. El arriero o conductor de las caravanas, oficio surgido de
forma coactiva en el seno de la Encomienda, era un personaje bien importante
para la época, algo así como el camionero actual.
4.
Servicios sanitarios y expendio de
medicinas: Eran realmente escasas las edificaciones destinadas para la
asistencia sanitaria; en el caso de la ciudad de Mérida existían el hospital de
caridad en la actual avenida 4 Bolívar, y el hospital de lázaros en lo que hoy
día es la comunidad de Belén. De manera que la mayoría de enfermos simplemente
se recuperaba o moría en su propio hogar, especialmente en las aldeas más
alejadas de los principales centros poblados de la provincia. Los galenos
titulados prácticamente brillaban por su ausencia, entre otras razones por el
hecho de que los estudios de Medicina en la
Real Universidad de San Buenaventura eran bien recientes; de ahí que la
medicina, fundamentalmente empírica, era ejercida regularmente por curanderos,
quienes influenciados en buena medida por la antigua cosmovisión indígena,
consideraban que la sanación de los enfermos no sólo era una acción tangible,
sino que también se ubicaba en un plano mágico-religioso, en el que intervenían
ciertas entidades sobrenaturales con su buena o mala voluntad. Destáquese en
esta parte la presencia de las famosas comadronas, mujeres indígenas o mestizas
que apenas se valían de su pericia y del uso de unas cuantas hierbas para
facilitar los partos de las andinas.
Sobre
el expendio de medicinas, téngase en cuenta la escasez de boticas, como eran
llamadas anteriormente las farmacias, y el predominio de la farmacopea
botánica, aprovechada en gran medida por los curanderos. Dicha farmacopea se
apoyaba en los principios activos y propiedades de numerosas plantas originarias
e introducidas en la provincia de Mérida.
5.
Festividades y juegos: Sin duda
alguna el primer lugar en este aspecto correspondía a las fiestas religiosas,
como evidencia de la consolidación y trascendencia del catolicismo impuesto por
los colonizadores, si bien las antiguas creencias y prácticas mágico-religiosas
se negaban a desaparecer. Tanto en las ciudades como en las aldeas, se hacía un
despliegue logístico enorme y un derroche monetario cada vez que se realizaban
las festividades en honor a distintos santos y vírgenes; incluso en ocasiones
se organizaban las sangrientas corridas de toros, evento que irónicamente era
mal visto por algunas autoridades eclesiásticas. Respecto a los juegos, estaban
a la orden del día los de envite y azar, como las barajas y los dados, aunque
de forma clandestina debido a la prohibición oficial. Entre los lugares
elegidos para el juego, las pulperías eran los favoritos, y a menudo la ingesta
de bebidas alcohólicas y el servicio de prostitutas formaban parte del entorno
lúdico.
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