Anton Goering: Pionero de los ascensos al pico Bolívar
Rubén Alexis Hernández
Cuando
se busca información sobre los ascensos a las mayores elevaciones de la Sierra
Nevada de Mérida, específicamente al pico Bolívar, notamos que todos los
autores consultados hasta el día de hoy, aseguran que los mismos comenzaron
entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. No obstante hay
evidencias escritas que demuestran una mayor antigüedad para los primeros
intentos de conquistar la montaña más alta de Venezuela; en este contexto se
ubica la ascensión del naturalista “alemán” (no existía Alemania como tal)
Anton Goering en 1869. Si bien el personaje aquí mencionado no
coronó el Bolívar, conocido en esa época como La Columna, fue uno de los primeros humanos en intentarlo, al menos
en un ámbito científico-recreativo (desconocemos si los antiguos indígenas
ascendían para celebrar rituales, por ejemplo).
La
expedición de Goering no tuvo el resultado esperado debido, en términos
generales, a factores climáticos, geomorfológicos y técnicos. Así y todo
alcanzó, según palabras del naturalista, “el extremo de una cresta lateral” de
La Columna, relativamente cerca de la cumbre. A continuación un extracto de la
crónica del ascenso incompleto de Goering, publicado en Venezuela. El más bello país tropical. Mérida: Universidad de Los
Andes, 1962 (Traducción de María Luisa G. De Blay), pp. 157-158.
“Después
de una permanencia de ocho días en los páramos, observé que había escampado el
tiempo y me decidí a escalar el picacho de La Columna, el cual yergue al oeste
de La Concha. Salimos al amanecer dispuestos a pernoctar en el pico. Al
principio todo iba muy bien, mas luego nos vimos forzados a abandonar el camino
de herradura, para encaramarnos por un pésimo cantizal. La subida se acentuaba
cada vez más para terminar en una cuesta empinada y escabrosa. A las ocho nos
encontrábamos sobre 4.000 mts. de altura y después de cuatro horas de fatigosa
ascensión alcanzamos el extremo de una cresta lateral del pico, el cual se
aprecia en la lámina que representa la Sierra Nevada con los efectos de luz del
“sol de los venados”. Nos encontrábamos ahora a unos cientos de metros sobre la
línea de las nieves perpetuas y contemplábamos a nuestros pies un campo de
nieve en este momento particularmente crecido, pues fuertes nevadas habían
tenido lugar en los últimos tiempos. La Concha acostumbra a tener más nieve que
este picacho porque en las enriscadas laderas de éste no queda bien prendida.
Ante nuestra vista se extendía todo un mundo y podíamos pasear la mirada por
todas las zonas de vegetación. Dominábamos la mayor parte de la Cordillera de
Mérida y la ciudad en lo profundo sobre maravillosa meseta; el panorama
abarcaba por sobre las cálidas regiones de Ejido, mucho más lejos aún. Sobre
nosotros describía círculos el cóndor, rey de los aires, cuyo límite septentrional
de expansión parece ser la Cordillera de Mérida. Regocijados por el panorama,
reconfortados por la comida y la bebida, procedimos a instalar bajo un enorme
bloque de piedra que montado sobre otros formaba como una caverna, un lecho
para pasar la noche; no accedieron a ello gustosos mis peones, sino al cabo de
haberles prometido un aumento en su salario.
La Concha, dibujada por Goering durante el ascenso a La Columna. Fuente: Venezuela: el más bello país tropical, p. 155.
Aunque
ya me parecía imposible escalar el propio pico debido a su escarpadura,
abrigaba la esperanza de tentar la suerte al día siguiente. Pronto salí de mis
dudas, porque nos vimos envueltos en nubes y sobre nuestras cabezas empezó a
rugir una ventisca que apenas si nos permitía mantenernos de pie. Mis
acompañantes insistían en el descenso, cosa a la que finalmente tuve que
acceder en contra de mi voluntad. Agitando mi sombrero saludé y me despedí del
Picacho de La Columna en la Sierra Nevada de Mérida”.
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