Fitoterapia en los altos Andes merideños. Caso Mucurubá

 

Rubén Alexis Hernández

 

El mundo vegetal ofrece importantes alternativas a la farmacoterapia ortodoxa-académica, costosa en buena medida, con efectos adversos sobre la salud humana, y ahora limitada en Venezuela por la escasez de medicamentos con precios regulados. En este sentido numerosos habitantes de los Andes merideños, en especial de las zonas rurales de las tierras altas, son herederos de la fitoterapia prehispánica y colonial, evidentemente empírica. Para ellos la naturaleza ha sido un gigantesco laboratorio-farmacia que ha proveído un sinfín de posibilidades medicinales de forma gratuita.

 

“En el tratamiento y comprensión de la enfermedad por los habitantes rurales andinos (…), participa una conjunción de plantas silvestres y cultivadas. Diversas plantas de varios pisos y zonas ecológicas han sido utilizadas por los lugareños para aliviar sus dolencias, pero son especialmente las plantas parameras las más famosas ‘por su fuerza’ en esta categoría” López, Eglée; y otros, “Pueblos del Sur: Tierra de gente y plantas”, en Los Pueblos del Sur del Estado Mérida. Caracas: Exxon Mobil de Venezuela, 2006, p. 133.

 

A manera de ejemplo, se citan los testimonios parciales de dos pobladores de la zona de Mucurubá, entrevistados hace algunos años:

 

“Pues por aquí hay tanticas plantas de todas clases, vea usted aquí mismo tenemos romero que lo usamos como bebedizo para dolores, tenemos ajenjo que es muy caliente y medio amargoso pero es muy bueno para que boten las lombrices (…)”; “(…) sí hay plantas medicinales, pues si se consigue por ahí no, como la ruda, mejorana, romero, por allá arriba en el páramo hay frailejones de varios tipos, y con las hojas, del morado más que todo, se hace un bebedizo con panela y otras ramas, y eso sí es bueno cuando uno tiene esos males de la gripe (…)”  Eduvina Ramírez, El Hernández (Parroquia Mucurubá), 18-02-2007; y  Avilio Balza, El Hernández (Parroquia Mucurubá), 18-02-2007. 

 

         Romero en El Hernández. Archivo fotográfico de Rubén Hernández, agosto de 2007.

En la cita se hace mención del ajenjo y del frailejón, y de sus propiedades terapéuticas parciales, y efectivamente lo indicado por Balza y Ramírez está más que demostrado desde el punto de vista científico. La utilidad medicinal del frailejón, por ejemplo, se remonta al periodo prehispánico, siglos antes de que viera la luz la medicina académico-alopática. Y así mismo otras especies han sido importantes para la fitoterapia en Mucurubá y el resto de los Andes merideños y venezolanos, referentes materiales y simbólicos de la estrecha vinculación del hombre con el espacio que le ha servido de asiento y le ha sido útil en muchos aspectos.

 

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