Iglesia católica y esclavitud durante el periodo colonial merideño

 

Rubén Alexis Hernández

 

Abordaremos en este artículo la vinculación de la Iglesia Católica con la esclavitud de los ‘negros’ en la provincia de Mérida (jurisdicción del Nuevo Reino de Granada), teniendo en cuenta la importancia de la mano de obra  y del comercio de  humanos como fuente generadora de ingresos.

 

Considérese, en primer término, que dicha Iglesia tuvo un rol fundamental en  la colonización llevada  a  cabo  por   los   españoles  en  el  “Nuevo   Mundo”.  Además  del adoctrinamiento  de   los  indígenas  (aspecto   espiritual),  la  Iglesia   contribuyó, por ejemplo,  a  la estabilización   de   los   centros   poblados   surgidos   como   pueblos   de   encomienda, y por tanto a la ocupación espacial colonial. Tal fue el caso de la provincia de Mérida. Por otra parte, los funcionarios  eclesiásticos  pertenecientes  a  distintas  órdenes  (jesuitas,   agustinos,   entre otros), también fueron beneficiarios del despojo territorial progresivo que sufrieron   los indígenas a manos del orden colonial en general, y de la explotación sistemática en contra de éstos y de otros grupos étnicos sometidos. Obviando por completo el espíritu cristiano que se supone debía guiar a la Iglesia Católica, las órdenes religiosas encargadas de la evangelización en los Andes merideños, pronto se convirtieron en importantes propietarias de tierras despojadas a los indígenas y de mano de obra.   Para   finales   del   siglo   XVII   y   comienzos   del   siglo   XVIII   la   Compañía  de  Jesús (jesuitas), por nombrar una, ya poseía numerosas  unidades productivas agropecuarias, y su producción era comercializada dentro y fuera de la provincia se Mérida. Los jesuitas llegaron a tener explotaciones en el sur del lago de Maracaibo, en el piedemonte andino-llanero  y  en  la ciudad   de  Mérida   y   sus   alrededores,   y   lograron  incrementar significativamente su capital  inicial  gracias, entre otras   cosas,   a las donaciones  de tierras, al comercio y al préstamo de dinero o censo (Edda O.  Samudio A. “El Colegio San Francisco Javier en el contexto de la Mérida Colonial”. El Colegio San Francisco Javier en la Mérida Colonial. Germen Histórico de la Universidad de Los Andes. Volumen I, tomo I, pp.195-199).

 

Evidentemente la posesión de numerosas unidades productivas por parte de los sacerdotes demandaba   la   presencia   de   una   mano   de   obra   abundante.  En este sentido  la   Iglesia   Católica en  Mérida  sometió  a numerosos  individuos;   pero   como   no  podía   valerse   de  los  indígenas  por disposiciones reales (emanadas de la Corona española), al menos en teoría, entonces se valió de los ‘negros’ para el cultivo de los cacaotales y de los cañaverales, para la crianza de ganado y para  otras  actividades  fundamentales  de la economía  eclesiástica. Además   la  población indígena  disminuía   progresivamente   debido   a   los   efectos   negativos   del   sistema   de encomiendas, y aparentemente era menos resistente que la ‘negra’  para realizar ciertas faenas (Edda O. Samudio A. Ob. Cit., p. 224-225). La utilización de la mano de obra ‘negra’ por la Iglesia Católica en Hispanoamérica y en los Andes merideños, sin duda constituyó uno de los episodios más nefastos del periodo colonial, específicamente por el hecho de que se hiciera bajo la figura de la esclavitud.

 

Sí bien la Iglesia llegó a tener cierta “consideración” con los naturales americanos, no fue así con los ‘negros’ traídos forzosamente desde el continente africano. De hecho, los líderes del catolicismo en el mundo occidental creían que los ‘negros’ eran prácticamente unas bestias, y por tanto se encontraban en un estado inferior al de los indígenas, quienes al menos podían ser “privilegiados” con la evangelización en pueblos de doctrina o en las misiones. Creencias como ésta, indudablemente constituyeron el “fundamento ideológico” de la esclavitud en las Indias occidentales, y dieron rienda suelta a la perversidad de los colonizadores. En tal contexto la Iglesia merideña no podía desaprovechar la oportunidad de sacar partido de una   mano   de   obra   básicamente   gratuita   (solamente   se   les   daba   alimento, vestido y ocasionalmente medicinas), rendidora y sujeta a cualquier trato y movilización geográfica indiscriminada   sin   tener   que   rendir   cuentas   a   la   legislación   real,   dada   la   condición semianimal del esclavo.

 

Además de ser mano de obra, los esclavos también fueron considerados mercancías por los religiosos. Naturalmente  los curas no  sentían el menor  remordimiento   por   este   accionar   anticristiano,  debido   a  que  simplemente  no veían a los ‘negros’ como seres humanos en toda la extensión de la palabra, y por tanto no eran vasallos de la Corona española. En los Andes merideños la Compañía de Jesús fue quizá la orden religiosa más involucrada en este apartado, siendo propietaria de numerosos esclavos, hasta el punto de contar para mediados del siglo XVIII con más de 300 (Edda O. Samudio A. Ob. Cit., p. 227), quienes por lo general eran tratados con gran dureza, incluso con latigazos y cárcel por cometer “faltas” o “delinquir”. Y para tener acceso a la mano de obra esclava, la Iglesia Católica merideña acudió a diversos proveedores, pero a la vez ésta se transformó en una institución vendedora de esclavos. De manera que  los  curas no se  conformaron   con  lucrar gracias   al  comercio de   rubros agrícolas,   pecuarios   y   de   otra   índole,   sino   que   obtuvieron  beneficios   del degradante  comercio   de   humanos,  sin   diferenciarse   en   este   sentido   de   las   compañías   negreras.   ¡Vaya   espíritu   cristiano   el   de   los sacerdotes merideños durante el periodo colonial¡.

 

A continuación citamos parcialmente un documento protocolar en el que consta la venta, en el año 1700, de 3 esclavos por parte de un fraile agustino a un vecino de Mérida:

 

“Yo Fray Miguel de Rivas y Guinea Predicador del horden de mi Padre San Agustin(…) en nombre de mi Religion otorgo y conozco por mi y por toda mi Religion y quien nuestro derecho y Causa huviere que vendo en venta real por juro de heredad desde ahora y para siempre  jamas perpetuamente a Juan de el Campo vezino desta ciudad[Mérida] para el subsodicho y sus herederos y subsesores  y quien su causa y derecho huviere en qualquier manera es a saber tres piesas de esclavos sujetos a servidumbre que dicha mi Religion tiene que son los siguientes una negra (…) Grasia es de edad de treinta años poco mas o menos y dos negritos sus hijos baron y embra llamados el uno Juan de edad de sinco a seis años y la otra llamada Maria Josepha de seis meses (…)se los vendo y por libres de senso empeño hipoteca y otra enajenazion que no la tiene especial ni general en presio y quantia de quatrosientos y sinquenta pesos de a ocho Reales Castellanos que me a dado y pagado dicho comprador (…)”  (Fray Miguel de Rivas y Guinea vende a Juan del Campo tres esclavos, en 450 pesos, Archivo General del Estado Mérida, Fondo Protocolos).

 

Como se aprecia en el texto, los 3 esclavos fueron vendidos tal como si de un terreno o una casa se hubiera tratado.


Capilla del sector San Benito, vía El Valle. Archivo fotográfico de Nelly Pérez, noviembre de 2022.

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