Caminos reales en Mérida. Parte I
Rubén
Alexis Hernández
A medida que avanzaba el proceso de
ocupación hispana en los Andes merideños, los
colonizadores iban teniendo un mayor
conocimiento paisajístico y humano de esta zona
de lo que hoy en día es Venezuela.
Particular interés tenían los europeos en los tipos,
trazados y condiciones de los caminos que
se consiguieron al arribar a suelo merideño,
considerando los siguientes elementos: 1)
Las ventajas que podían sacar de aquellas
rutas
ya transitadas por los
indígenas, a algunas de las
cuales tendrían que realizar
transformaciones en virtud del empleo de
medios de tracción animal; 2) La posibilidad
de establecer nuevas rutas de acuerdo a una
organización espacial novedosa.
En
primer lugar, hay que destacar la presencia de diversas vías naturales
importantes al
arribo
de los conquistadores, ubicadas
a lo largo
de ciertos valles
fluviales
longitudinales y transversales, y sobre
algunas laderas. Indudablemente muchas de estas
rutas eran bien conocidas por los
indígenas, pero en lo sucesivo sufrirán ciertos cambios
relacionados directamente con el empleo de
animales de tracción introducidos por los
europeos.
En este sentido
las transformaciones más
importantes serán los
siguientes:
1) La
ampliación de algunos
caminos. Considérese que
diversas vías no
eran
lo suficientemente anchas para el tránsito
de bestias, y en algunos casos ni llegaban a un
metro. En consecuencia tenían que ser
ampliadas de acuerdo a las posibilidades que
brindara
la caracterización geomorfológica, mientras
que en ciertos
casos los
colonizadores debieron trazar nuevas rutas.
2)
El empedrado de la vialidad, debido a que las bestias se movilizaban con
herraduras
especialmente adaptadas
a superficies duras,
y a que durante
el periodo lluvioso
se complicaba en sumo grado el
desplazamiento de los animales por rutas de tierra.
Es importante mencionar que las más
importantes de las antiguas rutas modificadas o
trazadas
de acuerdo a las necesidades de desplazamiento de los medios de tracción
animal, fueron llamadas caminos reales, que
equivaldrán en varios casos a carreteras
importantes
de la actualidad, como la
conocida Trasandina. Según
el Diccionario
deAutoridades, el camino real era:
"(...)
el más ancho, principal, fácil y cursado de los passageros y el
más público: y por
eso tienen obligación
las justicias de tenerle
llano y compuesto, y en partes empedrado.
Llámase Real, porque es
público
o guía parajes
grandes y se
camina por él
con más
conveniencia (...)" (Diccionario de Autoridades, Tomo I,
1979, p.
93).
Entre las principales características de los
caminos reales en los Andes merideños,
valga mencionar las siguientes:
1)
Empedrados en gran medida, aprovechándose en este sentido la abundancia de la
piedra en zonas como la cuenca
alta del río Chama. Destáquese que la disposición
natural del material rocoso sobre el
trazado de ciertos trechos viales, ahorró parte de tan
fatigante trabajo.
2) La anchura alcanzaba en algunos casos seis
metros o más, según observaciones de
campo (excursiones llevadas a cabo en
distintos años) realizadas en rutas como la que
comunica a La Culata con Tucaní. Téngase en
cuenta que en los Andes merideños, a
diferencia de otras regiones de
Hispanoamérica colonial, no llegará a ser práctico el
empleo
del carruaje, debido
fundamentalmente a las
abruptas condiciones
geomorfológicas.
3) Siguiendo en buena medida el trazado de las
rutas prehispánicas, los caminos reales
generalmente coincidían
con los fondos
de valle o
áreas inferiores de
los
valles longitudinales y transversales. Al
igual que se hace con respecto a la construcción
de las carreteras modernas, las autoridades
encargadas del trazado
y mantenimiento de
los caminos reales, evitaron las pendientes
muy inclinadas, tal como se aprecia en
algunas
vías de recuas aún existentes. Por cierto
que el término recua, bien conocido en los
Andes merideños hasta
nuestros días, hace
referencia a un
conjunto o caravana
de animales de carga.
4) Para facilitar el tránsito a pie o en
bestia se realizaron obras como acequias, puentes y
drenajes. En cuanto a los puentes, éstos
tenían que ser construidos obligatoriamente
cuando el recorrido de una ruta requería el
cruce de aguas más o menos caudalosas. Por
lo general se elaboraban puentes de madera,
tal como se indica en el siguiente extracto
del Auto
de Población y Doctrina de los indígenas de Mucurubá, año 1619:
“Y porque en la dicha vuestra comisión mando
que se haga una puente de
madera buena y fuerte en el rio grande de
Chama y se abra un camino
desde la dicha puente por las faltas arriba
de la barranca para que por el
se vayan y vengan los dichos yndios de
Mucupiche a la dicha yglesia de
Mucurua
y al beneficio de sus tierras y labranças (…)”.
Fuente: Archivo fotográfico de Rubén Hernández, 20 de agosto
de 2006.
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