Mérida en la década de 1950
Rubén Alexis Hernández
1. La
población urbana, inferior a la rural, crecía sostenidamente, aunque no con la
rapidez de hoy día. Si bien la emigración del campo se acentuaba con el paso
del tiempo, muchas aldeas mantenían una importante dinámica socioterritorial.
El número de habitantes de algunas poblaciones merideñas, de acuerdo al censo
de 1950, era el siguiente: 25.064 en Mérida, 6.136 en Tovar, 3.158 en Ejido,
1.972 en Timotes, 1.688 en El Vigía, y 1.462 en Lagunillas (Francisco Martínez,
en “Diccionario Geográfico del estado Mérida”).
2. La capital del estado crecía de
una forma relativamente rápida, más allá del casco central y las calles
longitudinales y transversales que, en buena medida, constituían la cuadrícula
(imperfecta) que servía de asiento a la urbe colonial. Se trataba de un
crecimiento algo desordenado y disperso, con la ocupación de espacios
anteriormente destinados al desarrollo agropecuario, y de ejidos y terrenos
baldíos.
3. La carretera Trasandina era la
principal vía del estado (la Panamericana fue construida posteriormente),
contribuyendo al sostenido crecimiento poblacional y a la progresiva
modernización de la ciudad de Mérida y de otras localidades. Algunas rutas de
menor relevancia también posibilitaban la movilización de personas y mercancías
en Mérida, y numerosos caminos de origen colonial (caminos de recuas) aún eran
transitados con frecuencia, siendo, en algunos casos, las únicas vías para
acceder a algunos pueblos. Los vehículos automotores desplazaban poco a poco a
los animales como medios de transporte. El aeropuerto Alberto Carnevalli, inaugurado en la década de 1940, aportaba su granito de arena en lo relativo a las comunicaciones de Mérida con el resto del país, al crecimiento de esta urbe y a la modernización de la misma.
Tramo inferior de la conocida cuesta de Belén, antiguo camino de recuas. Archivo fotográfico de Nelly Pérez, noviembre de 2022.
4. Muchos merideños aún no tenían
acceso a servicios como la electricidad, la telefonía y el agua proveniente de
acueductos. La modernización era progresiva, pero lenta.
5. La agricultura continuaba como
el más relevante sustento económico de los merideños, seguida por la ganadería
y otras actividades. Destáquese la burocracia como fuente laboral, conformada
por cientos de empleados públicos.
6. Numerosas obras fueron construidas e
inauguradas en Venezuela, y en Mérida, entre otras edificaciones, vio la luz el
Mercado Periférico (1954), que hasta el día de hoy abastece de alimentos y
otras mercancías a los merideños.
7. La Universidad de los Andes
seguía expandiendo su planta física, y el 15 de diciembre de 1956 fue
inaugurado el nuevo edificio central (Edda Samudio, en El Edificio Central de
la Universidad de Los Andes). El papel de esta casa de estudios en la ocupación
espacial, en el crecimiento de la población y en la economía de la capital,
será cada vez más importante.
8. El número de médicos en los
principales centros poblados del estado andino iba en aumento; no obstante
curanderos, comadronas y otros personajes, seguían atendiendo a enfermos y
embarazadas a la usanza tradicional, mediante el empirismo fitoterapéutico
(curación con plantas). En esa época no existía el Hospital Universitario de
los Andes, pero si funcionaban algunos centros de salud generales y especializados
en la ciudad de Mérida: el hospital general de los Andes, el sanatorio
antituberculoso, la casa de maternidad (hoy Camiula), el dispensario
antivenéreo, entre otros.
9. La actividad turística ya era importante en
el estado, y lo será aún más tras la inauguración del Sistema Teleférico,
construido en la segunda mitad de la década. No pocos hoteles, posadas y
restaurantes satisfacían las necesidades de alojamiento y comida de los
visitantes que disfrutaban los pintorescos paisajes andinos. En la capital de
la entidad, operaban, entre otros, el hotel Belensate y el Prado Río (hoy
Venetur).
Vista de algunas edificaciones alrededor de la plaza Bolívar de Mérida. Década de 1950. Fuente: Edda Samudio. El Edificio Central de la Universidad de Los Andes. Mérida: ULA, 2010, p. 232.
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