Conozcamos a Mérida

 

Rubén Alexis Hernández

 

En el presente escrito queremos exaltar de forma parcial las bondades que ofrece el estado Mérida al visitante, desde paisajes que van desde los 0 metros sobre el nivel del mar hasta la zona nival, hasta la amabilidad y sencillez de su gente. Si bien dicha entidad es considerada como uno de los destinos turísticos por excelencia en Venezuela, incluso para numerosos extranjeros, resulta que el merideño promedio no conoce ni la mitad de su superficie, y por tanto se abstiene de disfrutar condiciones geográficas y humanas extraordinarias. Aunque no se crea, numerosos merideños han conocido media Europa, Estados Unidos y casi toda América Latina, pero a duras penas habrán escuchado de los Pueblos del Sur, o de las centenares de lagunas ubicadas en los páramos, o de algunos monumentos naturales.

 

Ahora bien, más allá de las razones que puedan tener aquellos merideños poco interesados en el turismo interno, es importante tratar de convencerlos de que, gracias a la variedad de pisos altitudinales, Mérida fue privilegiada con la presencia de páramos, selvas, llanuras aluviales, bosques nublados y otros ecosistemas en un área relativamente reducida (11.300 km2), y por tanto goza de una biodiversidad importante. 

En la cuenca alta del río Chama abundan paisajes como el de la imagen. Atracción para practicantes del ecoturismo.  Archivo fotográfico de Rubén Hernández, 17-12-2006.


En consecuencia, es necesario destacar que hay muchas zonas en el Estado Mérida que merecen ser conocidas, especialmente por el trato cordial y servicial de sus habitantes. Uno de dichos espacios está constituido por los llamados Pueblos del Sur, entre los que se encuentran Los Nevados, San Antonio de Acequias, Mucutuy, El Morro, San José del Sur y Pueblo Nuevo. En los dos primeros, ubicados a la espalda de la Sierra Nevada, el paisaje impresiona por la vista de las montañas circundantes y del relieve modelado por el río Nuestra Señora, y hay gente bien amable con el visitante, a quien le informan sobre la geografía y la historia local, y si es el caso le guían en sus recorridos por sitios de interés monumental y natural. Trasladarse a estos pueblos es como ir a lugares olvidados en un tiempo remoto, en el que predominaban la agricultura escasamente tecnificada y la arquitectura en base a tapia, teja y piedra, y no había la contaminación variopinta propia de la modernidad. A pesar de que el estado de las vías para acceder a estos poblados no es el ideal (buena parte del trazado es de tierra), el sólo hecho de arribar a ellos compensa con creces el sacrificio que pueda significar el desplazamiento por tales vías.

 

Luego hay algunas poblaciones en la cuenca alta del río Chama que son escasamente conocidas por los merideños. Aquí se encuentran localidades como Mitivibó y Micarache, donde el paisaje parece cubierto con millones de frailejones y la candidez del grueso de sus pobladores es conmovedora. En el caso de Miitivibó, pueblo ubicado a unos 3.400 metros sobre el nivel del mar, es parcialmente incomprensible el desconocimiento de su existencia, toda vez que se ubica en el trayecto de una de las vías de acceso al observatorio astronómico de Llano del Hato, destino importante dentro del turismo merideño. Además de las localidades como tal, el visitante tiene la posibilidad de conocer distintos lugares más o menos cercanos, contando siempre con la guía de los pobladores. En cuanto al estado de las carreteras para llegar a Mitivibó y Micarache, consideramos que es regular, apto para todo tipo de vehículos en buenas condiciones, al menos en la ruta de acceso a Mitivibó.


En tercer lugar, hay ciertas poblaciones asentadas en el norte de la entidad merideña, en la zona de transición entre la cordillera merideña y las tierras bajas del Sur del Lago de Maracaibo. Se trata, entre otras, de Piñango, Torondoy y Mucumpís, poblados que desde tiempo antiguo han sido puntos intermedios en la comunicación de la cuenca alta del río Chama con el lago de Maracaibo. Particularmente agradable a la vista resulta el verdor de las montañas que rodean a Torondoy y Mucumpís, así como el colorido de los diversos cultivos. Salvo la carretera de tierra que conduce desde Torondoy hasta Mucumpís, las vías de acceso son aptas para todo tipo de vehículos. Respecto a la ruta de tierra en cuestión, su recorrido en automóviles 4x4 representa toda una aventura.

 

Con esta pequeña muestra paisajística y humana del Estado Mérida, consideramos que hemos aportado un granito de arena para impulsar el turismo, en especial el de tipo ecológico (ecoturismo); el mensaje es una invitación para que, en Mérida, nos identifiquemos mucho más con su diversidad paisajística y con la calidez y cortesía propias del gentilicio andino.

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